Cicatrices
Herida
Todos nosotros alguna vez en la vida nos hemos lastimado con algún objeto, una caída, un accidente. Cada herida tiene un grado diferente de profundidad y dolor. Debido a ello, cada herida necesita un trato y cuidado diferente para la pronta recuperación. Después que se sufre una herida y comienza su sanación lo que tiende a quedar en su lugar es una marca que nos hará recordar que fuimos sanados, esa marca se llama cicatriz. Pues, aunque muchos hemos recibido heridas físicas y hemos visto el proceso de curación y cicatrización más de una vez, existen otras heridas que a los ojos humanos no son tan visibles. Sin embargo, tanto ante los ojos de Dios y en lo profundo del alma son claras, vívidas y también necesitan ser tratadas, curadas y cicatrizadas.
Sanación
La sanidad de las heridas viene a través de la verdad y el espejo de La Palabra de Dios. El único médico posible de podernos ayudar a curar y tratar con las heridas del alma es Dios mismo. Hay heridas tan profundas que ningún cirujano humano o especialista podría ayudarnos. Es por esto que debemos buscar al Único que no solo nos conoce, sino también nos entiende en nuestras debilidades pues El mismo ha sido herido y sanado de una manera mayor a la nuestra. Jesús nos entiende.
El proceso de sanación comienza con reconocer nuestras heridas y ser sinceros ante Dios. Solo Él nos puede comprender. La Palabra de Dios nos enseña que El no menosprecia nuestro dolor y está atento a lo que padecemos. En la Cruz, Jesús llevó todo nuestro dolor. Fue durante aquellos momentos de extremo dolor y angustia que el Salvador de la humanidad cargaría con cada situación que a ti te ha dejado herido el corazón. La razón es que en aquel madero Jesús no solo pagaba el precio por pecados y las enfermedades, sino que también nos ofrecía sanidad sobre cada uno de ellos. Nuestro Salvador nos sano mediante su propio dolor y herida. Nadie más que Él comprende el dolor de una traición, un rechazo, un abandono, una calumnia, de un menosprecio. Su sacrificio cubrió el dolor nuestro y nos concede la sanidad. Además, Dios nos entiende con tanta precisión y ternura que Él mismo se encarga de ayudarnos en nuestro dolor. Veamos lo que nos muestra la escritura:
Isaías 53:5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Salmo 34:18 Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Oseas 6.1-3 Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.
El Perdón
Efesios 4.32: Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
En este pasaje nos damos cuenta de que una de las mejores formas de poder ser libres de las heridas es decidir perdonar. Liberarnos y liberar a aquella persona o aquella situación que nos hizo daño y nos dejó heridos. Pero es necesario dejar atrás todo lo que nos hace daño. No será fácil y tomará tiempo como una herida física, necesitará reposo, dedicación y cuidado. Pero al final sanará y podremos volver a reír y disfrutar en libertad. Decidamos perdonar, es la mejor forma en que podremos ser libres, así como Jesús nos perdonó. A través de las Sagradas Escrituras Dios nos muestra la fragilidad del corazón y nos ayuda a encontrar alivio y libertad para poder perdonar, entender a otros y entendernos a nosotros. Es a través de la lectura de La Palabra que conocemos a Dios y Su deseo para nosotros, y así podremos sanar las heridas. Él nos conoce. La ayuda del Espíritu Santo de Dios es tan necesaria para nuestro caminar con Dios. Es El Espíritu Santo que nos recuerda La Palabra, nos enseña a perdonar y nos acompaña en el proceso de sanación. Él es nuestro mayor aliado en los momentos de dificultad. Bendito Espíritu Santo.
Cicatrización
Llegamos a la etapa final. Es aquí cuando ya el dolor paso, el proceso se acabó y en nuestro ser queda un residuo, una señal de que algo ocurrió. Esa es la cicatriz, una marca que queda como testimonio de que el sol volvió a resplandecer y la oscuridad se fue.
⇒Amado lector, con Cristo Jesús todo es posible. Recuerda que él puede compadecerse de nosotros, nos entiende, nos conoce, el también sufrió y en sus manos, pies y costado lleva la prueba de su sufrimiento por amor. Él te ama, Él sufrió, Él fue herido, pero Su cicatriz y mayor galardón eres tú y soy yo. Somos especiales para Él y quiere que seamos sanos. Ahora solo nos queda decir “GRACIAS”.
Jeremias 14.17 Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza
Isaias 53.10-11 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.